Leer, escribir, compartir

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9/8/18

Intemperie de Jesús Carrasco.

Título: Intemperie.
Autor: Jesús Carrasco.
Editorial: Seix Barral.
Año 1ª publicación: 2013.
Págs: 223.

Me da la impresión que voy a contracorriente en cuanto a lecturas se trata, salen publicados, me los recomiendan encarecidamente y los dejo pasar. Luego desde la lejanía de la avalancha mediática, del boom publicitario que conlleva su publicación (en este caso 20 ediciones, publicado en 30 países, traducido a 15 idiomas, considerado el mejor libro del año del 2013)  me embarco en la lectura.

Mis impresiones
No hay nombres propios, serán el chico, el pastor, el alguacil, tampoco sabemos donde ocurre, ni cuando, ni espacio concreto ni tiempo determinado. La historia nos traslada a un paisaje desolado, una tierra diezmada por una gran sequía, una tierra apenas con vida donde sus gentes han tenido que marchar. En este escenario un niño emprende una huida con tan sólo un trozo de queso y un pedazo de pan en una mochila. Escapa de algo, de alguien, de nada bueno, del horror. Al comienzo no sabemos el por qué de su fuga desesperada, Jesús Carrasco sugiere, insinúa, nosotros interpretamos, imaginamos, intuimos. En su huida no anticipó las penurias a las que tendría que enfrentarse, la falta de alimento en un llano como aquel; las inclemencias del tiempo, el sol como un castigo; la soledad. Nada calculó, nada preparó, sólo quería escapar. En realidad, no había preparado su marcha. Simplemente, un día, una gota derramó un caldero. A partir de ese momento, brotó en él la idea de la fuga como una ilusión necesaria para poder soportar el infierno de silencio en el que vivía.
Había imaginado encontrar un lugar más amable para vivir, eso sí, pero luego  le estremeció encontrarse en medio de aquella desolada llanura. En este éxodo se encontrará con un viejo cabrero con el que entablará un relación basada más en silencios que en palabras, no se dicen el nombre, no se habla del motivo de la huida, un hombre de pocas palabras pero de grandes actos. Le ayudará a sobrevivir en esa tierra baldía y le protegerá de aquellos que buscan al chico, porque el alguacil y sus secuaces le pisan los talones.

Caminarán juntos sin más compañía que la de las cabras, el perro y un burro, buscando pozos que contengan agua, buscando sombra que les de cobijo frente a ese sol calcinador, enseñando uno y aprendiendo el otro. El viejo le transmitió al muchacho el rudimento del oficio, otorgándole en ese instante la llave de una sabiduría perenne y esencial. La que extraía leche de las entrañas de los animales o hacía que de una espiga pudiera brotar un trigal. El hambre, la sed, las crueldades que sufren son horribles, inhumanas. Pensó que el infierno que le esperaba al final de sus días no debía de ser muy diferente del sufrimiento en el que vivía. Que aquel pozo flamígero, cargado de almas negras, bien podría ser el llano con su caterva de mezquinos.

Las descripciones en Intemperie son muy visuales, ricas en detalles, quizás en ocasiones se detiene en exceso, (aprendemos perfectamente junto al niño a ordeñar una cabra, o ensillar un burro) si añadimos el escaso espacio para los diálogos, entiendo que haya lectores a los que les haya resultado algo lento. Es cierto que el ritmo es muy lineal, pero la prosa minuciosa, y el excelente dominio del lenguaje, meticuloso, rico, a mí me impulsó a seguir hacia adelante. No os engaño si os digo que tuve que tirar de diccionario y no una sino muchas veces, debido al léxico rural que utiliza, palabras en desuso en nuestra vida actual, al menos desconocidas para mi, un vocabulario ilustrativo y evocativo del mundo agreste que ni sobran ni estorban en la lectura. Acertado también el título, condensa la esencia de la novela.

Destacaría la violencia que impregna el ambiente y envuelve todo el relato, siempre presente, en el paisaje, en los humanos, así como la soledad en ese paraje inhóspito y la angustia del niño por alejarse del horror que le ha llevado a escapar. El abuso del poder contra los más pobres, contra los más vulnerables, una odiosa violencia ejercida impunemente y además silenciada por su entorno más familiar. Una realidad antes de su huida, abusiva, injusta, humillante, incomprensible. Una realidad impropia para un niño. Frente a ese mundo injusto, la dignidad que le hace revelarse contra el fatídico destino que le ha sido asignado, ese valor tan fundamental para la raza humana y que yo en esta historia subrayaría por encima de cualquier otro.

A pesar del carácter angustioso que recorre la novela, me sentí atrapada en la historia. No es una lectura de las que dicen entretiene, es una lectura incómoda por la temática y por las descripciones tan brutales. No es una lectura de acción trepidante, transcurre lenta y el lector espera, espera, porque sabe que algo va a suceder, que en cualquier momento la tragedia atizará a los protagonistas, pero esa tensión dramática hace que resulte imposible no pasar una página tras otra sin detenerte. Jesús Carrasco ha escrito una primera novela agónica, y nos la ha hecho sentir, a mí me ha convencido, de hecho ya tengo la atención puesta en su segunda novela La tierra que pisamos.




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