Leer, escribir, compartir

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30/1/19

Reto 5 líneas, Enero.



Palabras a incluir en el mes de Enero: añado / familia / demasiado.

Me dejaron aquí para vivir acompañado con gente de mi edad, patrañas de mi familia para convencerse ellos mismos de que hacían lo mejor. Que me visitaran era pedirles demasiado, al principio supongo fue el remordimiento, después parece ser que dejó de pesarles y simplemente se olvidaron. Añado una más a la colección de decepciones, tendrían que saber que es su indiferencia la que está precipitando el final de mis días.
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12/1/19

Sobre mi madre de Richard Russo.

 
Título: Sobre mi madre
Autor: Richard Russo
Editorial: Alfaguara
Págs: 238
Año 1ª publicación: 2012

Hay amor en estas páginas, y mucha sutiliza para hablar de una madre. Una voz honesta que retrata a una mujer inestable que parecía apoderarse de la vida de su único hijo, el cual siempre atendió sus demandas a veces ridículas y poco razonables. No es este un libro donde se revelen secretos familiares, no los hay, aquí se nos desgrana una complicada relación, la de Russo con su madre.

El primer viaje de Russo fue para comenzar sus estudios en la universidad de Arizona, no se iría solo, su madre también viajaría con él. No importa las veces que a partir de entonces éste se mudaría bien por trabajo, bien por placer, ella siempre le seguiría, toda la vida cerca de él porque su bienestar emocional estaba ligado a la proximidad de su hijo en su vida.

Ella y su hijo, su hijo y ella, formaban un equipo, al menos es lo que quiso. Los dos contra el mundo. ella en realidad nunca nos consideró dos personas distintas, sino más bien una entidad, destinada de algún modo extraño a compartir un destino común. Desde bien pequeño sintió que él era su único pilar, una responsabilidad muy grande para un niño y sofocante para un adulto.

La de esta mujer fue una búsqueda eterna de la felicidad, una felicidad que parecía evadirla. Siempre queriendo escapar del pequeño pueblo Gloversville donde Russo creció, cuando estaba allí no lo soportaba, cuando no, lo añoraba incluso con cariño. Cuando vivía allí, era un sitio pequeño, aislado, pueblerino, de mentalidad estrecha que le impedía ser quien de verdad era: una mujer animosa, nada convencional y liberada. Una vez que había huído de aquella jaula, sin embargo, las mismas características que detestaba se volvían atractivas. La pequeñez que tanto despreciaba se hacía acogedora. Daba igual donde estuviera siempre quería estar en otro lugar, intentar rehacerse una y otra vez en mil sitios diferentes, el problema es que la felicidad no está en ningún lugar, está en uno mismo y ella no sabía, no podía...
Esto es terrible, he llegado a entender tardíamente que para mi madre esto era el sitio del interior de su cabeza donde todo se desarrollaba en un interminable circuito cerrado. lo otro era el sitio que jamás dejó de intentar alcanzar, aquel sitio donde sería feliz.
Obstinada e insatisfecha, a medida que fue envejeciendo más irracional y más exigente se volvió, más difícil fué complacerla también. Encontrarle un apartamento donde vivir se convertía en una verdadera odisea, o bien los vecinos eran demasiado jóvenes o demasiado ancianos o la ubicación del mismo no la convencían, o era muy pequeño o estaba muy sucio. Pegas e inconvenientes que Russo y su esposa aprendieron a sortear pudiendo anticiparse así a lo que sabían ella diría.

Para ella sentirse independiente fue una cualidad que defendía ante todo y ante todos, pese a que de manera persistente dependiera de su hijo. Hay que reconocerle cierta emancipación que en aquellos años (50, 60) no le sería nada fácil, una mujer separada con un hijo, trabajadora, con un exmarido totalmente ausente. No deja de resultar conmovedor ese orgullo de mujer en un mundo de hombres, esa decisión a ganarse la vida por sí misma. Una mujer valiente pero desesperadamente enferma.
De joven, mi madre en muchos aspectos había ido por delante de su época, decidida a ganarse la vida por su cuenta en un  mundo de hombres. En ese aspecto no era tan distinta de las mujeres valientes que habían abierto camino y que nuestras hijas habían estudiado en sus clases de la universidad, las cuales contribuyeron a que se estableciera la reforma laboral y las leyes de igual sueldo por igual trabajo.
Los más cercanos le decían que su madre padecía de "nervios", según Russo nos la va presentando nos damos cuenta de que es algo más serio. Eran desesperados ataques de pánicos, la ansiedad alimentaba su vida, era una mujer enferma, emocionalmente muy frágil y sólo al final Russo deducirá que lo que su madre padecía era un trastorno obsesivo compulsivo y que hubiera necesitado tratamiento, pero nunca tuvo un diagnóstico y por lo tanto nunca fue tratada, si esto pudo ser un alivio en su vida nunca lo sabrán.

Fue una relación exigente, agotadora, amorosa. Incluso cuando éste se casó y formó su propia familia acabaron convirtiéndose todos en rehenes de su locura. Desde luego exigía grandes reservas de paciencia. Me resultó agotador leer como siempre consideraba primero las necesidades de su madre que las suyas, se te llega a hacer difícil mantener la compasión por ella. He llegado a entenderlo porque lo he vivido cerca, lo difícil que es encontrar un equilibrio entre las atenciones hacia el enfermo y las necesidades del cuidador.

Admirable el papel de la mujer de Russo, que llevó con paciencia ejemplar un matrimonio a tres. Infinita tolerancia la suya sin perder nunca el afecto.

Hacia el final entre otras emociones, está la culpa, el preguntarse si acaso no se convirtió en cómplice de sus caprichos, si no alentó su comportamiento complaciéndola en todo, si acaso cerró los ojos a lo que sucedía y no supo verlo. ¿cuánta veces había negado la posibilidad terrible de que en mi madre había algo desequilibrado?. Puede que así fuera que él le daba lo que ella quería y no lo que seguramente necesitaba, pero esa actitud nace del miedo, el miedo a que algo le sucediera y sentirte responsable de ello, de no estar. En cualquier caso el cuidado hacia su madre es notable y si algo abunda en estas páginas es el amor y el respeto.

Russo es un gran narrador, así me lo pareció en el primer libro que leí de él y que traje al blog y confirmado queda tras leer esta lectura, que mira tú también se puede generar cierto suspense con unas memorias. Todo está contado con gran claridad, los momentos más tristes como los más hilarantes porque a veces llega el sentido del humor para aliviarnos un poco, como el relato del primer viaje juntos a Arizona en el Ford Galaxie de 1960 sólo unos meses después de que Richard se sacara el carnet de conducir, cómico y conmovedor.

Un libro íntimo, no podía ser de otra manera, porque así son las relaciones madres-hijos







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