Leer, escribir, compartir

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21/12/17

Mi drástico plan.

Relato presentado al concurso mensual El tintero de oro que organiza David Rubio en su blog Relatos en su tinta.

Mi carácter dócil, callado, sumiso, mi disposición siempre a querer complacer a los demás, entre otros rasgos, hacían que fuera del tipo de persona las cuales ponemos una y otra vez la otra mejilla. Una buena persona, sí, sin nada de carisma, pero buena muy buena. Mira por donde esta forma de ser tan complaciente a mí sólo me trajo problemas. Siempre fuí objeto de burla de todos mis compañeros, el tontín del colegio primero y luego el tontín sin más porque a medida que crecía peor me iba.
Fuí el primero al que el acné dió la bienvenida, y ya sabéis los que hayáis pasado por esa experiencia el mucho juego que puede dar a tus enemigos. Mi aspecto empeoró y con ello las burlas, siendo cada vez más crueles, permitiéndose incluso alguna vez usar la violencia física. Continuamente me trataban con aires de superioridad, ridiculizándome, incluso el más estúpido lo hacía. Las palabras son incapaces de describir el calvario que pasé. Inadaptado, rechazado, humillado, resignado.

Pasado el tiempo, a los del colegio les perdí de vista, pero llegaron otros, en el barrio, en el trabajo, ahora que lo recuerdo con cierta tranquilidad, siempre hubo otros. Cada vez despreciaba más al género humano, me parecían mezquinos.

"Yo no era el problema", cuántas veces oí esto, "ellos y sólo ellos eran los culpables". Lejos de calmarme estas frases de consuelo que me daban, una inmensa rabia se fue apoderando de mi persona. Acumulé tanto odio que olvidé quien era y esos sentimientos tan buenos que os conté al principio me distinguían, fueron desapareciendo.

¿Qué opciones tenía? ignorarlos, encerrarme en casa y aislarme del mundo, intentar inmunizarme de alguna manera contra el dolor, incluso dejar esta vida si total no me traía más que dificultades, pero cuando me ponía a pensar seriamente en ellas me daba cuenta de que ninguna de estas alternativas me interesaban, ninguna era la solución para acabar con mis desgracias y aún era pronto para encontrarme con mi muerte. Así que soporté lo mejor que pude los agravios que me hicieron, resistí como me fué posible, sabía que tanta mezquindad no podía quedar impune, y quien mejor que yo para ser el encargado de castigarlos.

Ideé un ambicioso proyecto con un claro objetivo, la venganza. Este plan ocupó todo mi tiempo y todos mis pensamientos durante años. Difícil y largo explicaros cómo se me ocurrió, pero una vez tomada la decisión se convirtió en una obsesión.

Lamento discernir con aquello que dicen de que el vengarse no le va a solucionar a uno las cosas y no le va a hacer sentirse mejor, totalmente incierto en mi caso, para mi fue muy dulce, y muy gratificante. Me dedicaron alguna portada en los principales periódicos, hablaron de mí en la televisión, me sentí especial. Nunca tuve remordimientos, mi conciencia no mostró arrepentimiento alguno, ese sentimiento humano que suele llegar después de cometer actos como el mío, la culpa, en mi caso no existió. Busqué concienzudamente a cada uno de aquellos que se rieron de mí y los maté.

No voy a entrar en detalles, no quiero arruinarles el día. Sólo deciros que lo que hice hubiera dejado impresionado a cualquiera de los más conocidos asesinos de la historia. Me cogieron por supuesto, eso también entraba dentro de mis planes.  

Sé que hize daño, porque había gente que me quería, pero no me fué suficiente, el amor de unos pocos no me salvó. Ahora aquí encerrado, con todo el tiempo del mundo para pensar, por más que intento recordar aquel que fuí no logro hacerlo, es como evocar a alguien que nunca existió.




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10/12/17

Yo te quise más de Tom Spanbauer.

Título: Yo te quise más.
Autor: Tom Spanbauer.
Editorial: Random House.
Págs: 440.
Año 1ª publicación: 2013.

Hank y Ben establecieron una profunda amistad en el Nueva York de los años ochenta. Hank era heterosexual, y Ben, a pesar de haberse acostado con mujeres, un homosexual en toda regla. En los años noventa, Ben, ya sin Hank y enfermo de sida, se enamoró de Ruth, una de sus estudiantes de escritura creativa en Portland.
El día que Hank apareció de nuevo en escena, nada pudo evitar que se cumpliera aquella famosa " regla del tres" según la cual a un trío siempre se le acaba sumando un cuarto o restándosele uno. Y en este caso fue Ben quien quedó fuera.



Mis impresiones.

No, no es una novela romántica, que no os confunda el título. Leer la sinopsis y pensar que trata de una relación a tres sería describirla de forma muy vacía. Amor, amistad, enfermedad, sexualidad, desamor, celos, todo esto es, todo esto está, sin filtros, salvajemente expuesto.

Ben es la voz que recuerda y que nos cuenta, que nos lleva por estas 440 páginas entre Nueva York y Portland, Oregón, describiéndonos su intensa amistad con Hank que pasó por años de alejamiento, por tiempos de silencios. Y luego aparece Ruth, entregándose a Ben cuando este más lo necesita y entonces cree amarla porque a veces la necesidad se confunde con amor. Ben, un homosexual que ama a Hank, un heterosexual y que a veces, también ama a mujeres. El amor querid@s amig@s puede adoptar muchas formas.

A Ben le diagnostican sida y a Hank cáncer, dos hombres aferrándose a la vida mirando cara a cara a la muerte, que al final se acaba imponiendo. Las páginas en las que describe cómo se enfrenta a la enfermedad, cómo le afecta a su vida, a su cuerpo, como se lleva por delante a amigos y amantes, están detalladas verazmente, honestamente, dolorosamente francas.

Cuando estás enfermo de morirte y más solo que la una, joder, venderías el alma por un poco de consuelo.
Y eso fue lo que le sucedió con Ruth, que apareció cuando él más necesitaba sentir que no estaba sólo, que alguien le agarraba de la mano y le ayudaba a subir, así somos los humanos egoístas hasta en la forma de querer.
Complicado y caprichoso el amor. Siempre alguno quiere más o quiere mejor o se entrega más, Ben quiere a Hank como Ruth le quiere a él. A veces se ama y a veces se ama hasta la destrucción.

El modo en que Ruth me quería era el mismo en que yo quería a Hank. Los dos creíamos que con un gran amor bastaría.
Pero no basta, no basta con que sólo sea uno el que se entrega, no se puede salir indemne de una relación así. Dolorosos los pasajes de la relación de Ben y Ruth, la mezcla de sentimientos, agradecimiento, resentimiento a partes iguales.

Ruth te ha visto débil, moribundo, tembloroso, con miedo a salir de debajo de la cama. Acabas odiándola por haberla necesitado tanto.
Una escena atrevida, provocadora, es la que sucede cuando Hank obtiene más de lo que espera al preguntar a su amigo homosexual si le gusta la sodomía, qué esperas que conteste...quizás fueron los detalles de la respuesta o quizás oírlo de la boca de su amigo, pero después pasan más de cuatro meses en los que Hank no da señales de vida, en los que el silencio se adueña de la relación entre ellos. Puede ser este uno de los capítulos más difíciles de leer, incómodo por la franqueza sexual con la que nos da detalles, y quizás haya lectores que puedan sentirse molestos.

Los dos sabíamos que algo había cambiado. Ninguno tenía claro el qué. Un nudo en el pecho que me subió hasta los hombros. Atlas. Cargaba el mundo sobre mis hombros. Me había acercado demasiado a mi amigo Hank. La clase de error garrafal que cometes cuando amas y, como amas, te acercas demasiado. El malestar que sólo sientes tras un error semejante.
Me costó acostumbrarme al uso de la reiteración expresiva en la prosa del autor, fragmentos de una oración, palabras, que se repiten constantemente, pero según avanzaba resultó casi poético, efectivo desde luego. No sé si es la primera persona con esa voz única que tiene para contarnos lo que hace que sea tan desgarradora por momentos, tan real y tan especial esta lectura.
Sincero, detallista, descarado, atrevido. Diferente a todo lo que últimamente ha caído en mis manos.

Yo te quise más debe su título a unos versos de Auden grabados en una placa en la fachada del número 77 de St. Marks Place, un lugar recurrente en esta historia, como lo fue para el propio autor, un lugar al que peregrinar cada vez que la tristeza hacía acto de presencia.

Si el afecto equivalente no es posible, que sea yo quien ame más.
Como suele pasarme, descubro un autor por su libro más reciente y voy hacia atrás, con lo cual pronto volveréis a ver al Sr. Spanbauer por aquí, quizás con su novela más conocida " El hombre que se enamoró de la luna", ya os contaré. De momento seducida, sacudida e impresionada por Tom Spanbauer.

Cogí el cuchillo, me lo llevé al pecho, lo clavé con fuerza, corté abajo y en círculo, me arranqué el corazón y lo deposité, todavía caliente, en la página.
Y es ese corazón el que está en este libro.


No son sus memorias, pero no se pueden obviar detalles que se asemejan mucho a su propia vida. Os dejo algunos detalles del autor.


Tom Spanbauer, creció en una granja en Pocatello, Idaho en 1946. Bien por su homosexualidad, bien por su vocación de escritor, perdió el contacto con sus padres durante años.
Más conocido como maestro que como autor, imparte cursos de "escritura peligrosa" y algunos de sus estudiantes han tenido éxito como escritores, entre ellos Chuck Palahniuk, Monica Drake. "Escritura peligrosa", meter el dedo en la llaga, donde guardamos nuestros secretos, mirarse uno mismo, escribir sobre nuestros miedos, lo que nos hace reír, lo que nos duele.
De joven en Nueva York recién graduado por la universidad de Columbia trabajó como camarero y conserje de cinco edificios, intentando llegar a fin de mes. Se casó, se separó y se adentró en el mundo gay de Nueva York. En 1996 tras ser hospitalizado con una neumonía le diagnostican SIDA.
"Lugares remotos" fue su primera novela, poco conocida, a la que siguió "El hombre que se enamoró de la luna" con la que recibió muy buenas críticas. Después llegaría "La cuidad de los cazadores tímidos" y "Ahora es el momento".


Os dejo un enlace para que leáis otra reseña sobre este libro en el blog de Rosa Berros, Cuéntame una historia.


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