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11/6/18

Días sin hambre, Delphine De Vigan.

Título: Días sin hambre
Autora: Delphine de Vigan
Editorial: Anagrama. 
Año 1ª publicación: 2001
Págs: 167

Ayunar voluntariamente hasta rozar la muerte. Más allá de la obsesión por buscar la perfección del cuerpo, la expresión de un dolor, el querer encogerse, vaciarse, desaparecer para no sentir, para no ver, para huir. Extraña y peligrosa manera de hacer frente al malestar de una vida.
Desvanecerse porque tal vez a nadie le importe, nadie note si estás o si te has ido. Una falta de atención total, de profunda soledad que duele cada segundo de tu vida, cómo continuar cuando no podemos transmitir ese dolor a nadie. La delgadez como un grito.

Nos encontramos en estas páginas con el testimonio de una joven enferma de anorexia en su proceso de recuperación. Ha llegado a la frontera con la muerte, 19 años 36 kg, elegir vivir o morir. Ella misma con la ayuda de su médico ingresa en un hospital para conseguir los 50 kg que la devolverán al mundo, a la vida. Aquí topa con pacientes en su misma situación, o en la opuesta, todos inmersos en una intensa lucha cada uno con su historia, con su mochila, se tienden la mano creando un vínculo de compañerismo que les hace sentirse menos solos, todos cómplices.
A través de una sonda le llegan las primeras calorías necesarias para que su cuerpo comience a despertar, luego todo el trabajo mental para intentar ganar la batalla a esta enfermedad terrible y difícil de superar, para dejar de maltratar no sólo al cuerpo físico también al corazón.
Subirse a la balanza, contemplarse en el espejo y comenzar a ver como el cuerpo va ganando peso muy poco a poco, no venirse abajo, seguir.

Recuerda las miradas, de compasión, de recelo, el miedo reflejado en los ojos de la gente. Recuerda a los que se quedaron, los que nunca la abandonaron a pesar de sus excusas cada vez más frecuentes para no aparecer, para hundirse en la soledad, y también recuerda a los que se alejaron, los que no aguantaron, los que no sabían qué decir ni como mirarla. Y es que hay cosas difíciles de entender desde fuera y difíciles de superar desde dentro, por eso ante todo no juzgar. No juzgar esas conductas autodestructivas, esa violencia letal que ejercen sobre su propio cuerpo. Comportamientos que nos inquietan, que nos perturban, que nos asustan porque logran adherirse tan firmemente que a veces son llevados hasta sus últimas consecuencias.

Como nos tiene acostumbrados esta autora es esta otra novela suya con un toque autobiográfico, escrita sin caer en el melodrama, con un estilo preciso, sobrio. Visceral, honesta y exacta eligiendo las palabras. Frases cortas, sentimientos que salen a presión y que necesitan decirse, escribirse. Bien podría por el tema caer con facilidad en la autocompasión, en la pena, pero no creo que busque provocar estas emociones excesivas en el lector, más bien es como un desahogo.

Para los que antes leímos Nada se opone a la noche, nos serán familiares las evocaciones a la locura de la madre, a la soledad, a la inestabilidad de una complicada historia familiar, huellas de lo que luego nos contaría dado que escribió primero Días sin hambre. Dos libros que sin duda se complementan.

Me gustó mucho Delphine De Vigan con Nada se opone a la noche, tanto que me llevó a querer leerla más y así fue como llegué a Días sin hambre, y así será como siga conociéndola, no será este el último libro que lea de ella. Una autora interesante que vale la pena leer, yo que vosotr@s tomaría nota de esta autora.


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